Evangelio del día y puntos de meditación

Evangelio y meditación del martes 2 de diciembre

Lucas 10, 21-24

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: «¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

Para meditar:

  • La humildad, la sencillez, la infancia espiritual, son necesarias si de verdad queremos estar próximos a Dios y que Él se nos revele. Dios, en efecto, resiste a los soberbios, mientras que a los humildes da su gracia ¿Procuro crecer en humildad, luchando contra la soberbia que anida en nuestros corazones, heridos por el pecado?
  • Jesús se alegra profundamente de que la voluntad de Dios se cumpla. Es voluntad de Dios que el Evangelio del Reino de los Cielos sea anunciado a todo el mundo, a todos los hombres, para que todos puedan tener la oportunidad de creer y salvarse. ¿Intento por todos los medios anunciar a Jesús a cuantos se encuentran a mi alrededor, a todos aquellos con los que entro en contacto: familiares, vecinos, compañeros de trabajo, amigos…
  • Uno de los frutos del Espíritu Santo es el gozo. Se trata de una alegría interior, profunda, sobrenatural, que ni tan siquiera las vicisitudes del mundo pueden eliminar. ¿Trato de estar siempre alegre, especialmente en mi trato con los demás, o me dejo dominar por la tristeza?

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