«Sé quién eres: el Santo de Dios»

†  EN AQUEL TIEMPO, JESÚS BAJÓ A CAFARNAÚN, CIUDAD DE GALILEA, Y LOS SÁBADOS ENSEÑABA A LA GENTE. SE QUEDABAN ASOMBRADOS DE SU DOCTRINA, PORQUE HABLABA CON AUTORIDAD.

HABÍA EN LA SINAGOGA UN HOMBRE QUE TENÍA UN DEMONIO INMUNDO, Y SE PUSO A GRITAR A VOCES: «¿QUÉ QUIERES DE NOSOTROS, JESÚS NAZARENO? ¿HAS VENIDO A ACABAR CON NOSOTROS? SÉ QUIÉN ERES: EL SANTO DE DIOS.»

JESÚS LE INTIMÓ: «¡CIERRA LA BOCA Y SAL!»

EL DEMONIO TIRÓ AL HOMBRE POR TIERRA EN MEDIO DE LA GENTE, PERO SALIÓ SIN HACERLE DAÑO. TODOS COMENTABAN ESTUPEFACTOS: «¿QUÉ TIENE SU PALABRA? DA ÓRDENES CON AUTORIDAD Y PODER A LOS ESPÍRITUS INMUNDOS, Y SALEN.»

NOTICIAS DE ÉL IBAN LLEGANDO A TODOS LOS LUGARES DE LA COMARCA. (LC 4,31-37)

1) La palabra de Jesús es eficaz. Toda la creación, e incluso los mismos demonios, obedecen a Dios sin dudar. Sin embargo, muchas veces somos nosotros, los hombres, quienes ponemos obstáculos a la palabra de Dios en nuestra vida, haciendo que no pueda dar todo el fruto que debiera. ¿Qué podemos hacer para cambiar tal situación, para hacer que la palabra de Dios verdaderamente fructifique en nosotros?

2) La Sagrada Escritura, especialmente los Evangelios, contienen la palabra de Dios, tan necesaria para el hombre, que no sólo vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, tal y como explica el mismo Jesús. Es necesario que, como cristianos, tengamos gran familiaridad con la palabra de Dios, que la leamos y meditemos con frecuencia, a ser posible todos los días.

3) En nadie fructifica mejor la palabra de Dios que en María. Ella es plenamente dócil, tierra buena, óptima, donde la palabra de Dios encuentra un lugar perfectamente adecuado para dar el ciento por uno. Acudamos a nuestra Madre del cielo para pedirle que, por su intercesión, también nosotros seamos plenamente dóciles a la palabra de Dios.